Ojalá cuando os miréis al espejo podáis reconoceros y, sobre todo, no asustaros de en lo que os ha convertido la vida (que no es excusa).

Nunca se habla de la dureza que conlleva el tratar de conocerse a si mismo.
Un mal necesario.

El espinoso camino que hay que recorrer para llegar cansado y ensangrentado a descubrirte.

La mayor parte del tiempo lo gastamos en realizar actividades que nos separen de nuestro interior, en huír de nosotros a toda costa asustados, amarrándonos a las personas de nuestro alrededor que nos puedan distraer durante la vigilia. 

Nos zambullimos en un mar congelado que nos obligue a pensar en lo fría que está el agua y en cómo nos anestesia la piel para dejar de pensar en que por dentro, también nos estamos congelando.

Y da miedo. 

Me da miedo. 

Porque ayer me miré al espejo, y no pude reconocerme. 

Porque han pasado unos meses ya desde que me he alejado de aquella niña con los ojos enormes llenos de lágrimas secas. Ahora, llevo un saco de balas escondido en la chaqueta y una pistola en la boca. 

Y me da pena. 

Pero también creo que es necesario experimentar.
Descubrir.
Conocerte.

Saber dónde está tu límite, hasta dónde eres capaz de llegar, y no hablo del buen sentido. 

Porque si no lo sabes, no podrás ponerle remedio. 

Porque si no lo sabes, quizás, algún día, te mires al espejo al levantare tras una enorme borrachera y no sepas qué coño estás haciendo.

 Y te preguntes en qué has estado pensando.

 Y te des cuenta de que, efectivamente, no has estado pensando en nada. 

No has pensado nada.

Vuelvo a estar jodida.

Vuelvo a escribir.

-A veces una se siente más libre de hablarle a un extraño que a la gente que conoce. ¿Por qué será?

-Probablemente porque un extraño nos ve como somos, no como quiere creer que somos.

Carlos Ruiz Zafón, "La sombra del viento"