Por una canción, o por un gramo.

La gota de lluvia congelada choca en mi mejilla y busca el camino más fácil hacia donde la gravedad la conduce. Mis manos buscan desesperadamente esa canción que consiga levantarme el ánimo. No la encuentro. Sigo buscando. Llueve más fuerte. No tengo prisa, así que me siento a buscar tranquilamente a pesar de que noto las miradas curiosas de los que están a mi alrededor. De repente, no tengo tanto tiempo. Mis dedos comienzan a impacientarse notando que no aguantaré más, necesito el gramo de aire que voy buscando a todas horas. Sigo buscando. Sigue lloviendo. Comienza a faltarme el aire, y la saliva parece desaparecer, estoy seca. La ansiedad me empuja hacia un lado más propio de un animal que de una persona. Ya no noto la lluvia, tan solo sé que mis dedos resbalan por culpa de algo y que hace frío, pero ya entraré en calor cuando consiga mi canción y baile. La encuentro y respiro. Por fin respiro, ¿había estado todo este rato sin respirar? Quizás no hubiese sido tanto rato, aunque me pareció eterno. 

Aunque, quizás no hablo del todo sobre una canción.

 Quizás juego a bailar en el filo del cuchillo en agujeros escondidos.