miércoles

De pequeña creía que las lágrimas eran saladas para contrarrestar la amargura de la tristeza.

No importa cuánto tiempo pase, recordaré a cada persona que me dedicó aunque sea solo unos minutos a compartir felicidad. Y si las heridas del pasado amenazan con dejar de ser cicatrices y volver a sangrar, haré lo que llevo poniendo en práctica tantos años: seguir caminando. Porque lo importante no es no perder la sonrisa jamás, lo importante es saber vivir cada situación intensamente y no dar la espalda a la tormenta, después de todo a veces no viene mal que te salpique algo de agua.

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